Contar una historia es tremendamente difícil. No hablo de escribir guiones, novelas o relatos. Hablo simplemente de conseguir que la persona a la que va dirigida la historia mantenga la atención de principio a fin y no termine suplicándote que, por favor, pongas fin a tu historia lo antes posible.
Todos conocemos a gente que cuenta muy bien las historias y nos atrapa desde el minuto uno -incluso aunque su historia trate sobre una cola de supermercado- y gente que nos aburre mortalmente -incluso mientras nos cuenta su paseo espacial, al borde de la muerte, para arreglar el sistema de soporte vital de la Estación Espacial Internacional. Yo hoy voy a hablar del libro que debéis regalar a todos esos plastas, astronautas o no, para que dejen de infligir dolor a su alrededor.
No es el objetivo de este blog vender libros -y menos ajenos- pero Cuéntalo bien es el mejor tratado que he leído nunca en castellano sobre el modesto y difícil arte de contar historias así que he decidido inaugurar el blog recomendándolo. Da igual si eres realizador, guionista, diseñador, novelista o ingeniero. Tarde o temprano, te va a tocar contarle algo a alguien. Y ese día o le matas de aburrimiento o le atrapas para siempre.
Cuéntalo bien no es uno de esos plúmbeos tratados de narratología con que nos castigaban en la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid y que, claramente, estaban escritos para dedicarnos a otra cosa que no fuese el cine y que no tuviese nada que ver con contar historias. Cuéntalo bien destila sentido común y le viene igual de bien a un médico que a un Ingeniero de construcciones civiles.
Ana Sanz Magallón, su autora, es consultora de guiones -y muy buena- pero eso es absolutamente irrelevante. Podría ser ungidora de sábanas santas y seguiría siendo un excelente libro, absolutamente recomendable para cualquiera. Además, Ana es la única persona que yo conozco capaz de fumar y comer pipas al mismo tiempo mientras va de copiloto y eso ya debería hacerla candidata a varios premios olímpicos.
El libro es finito, fácil de digerir, te atrapa como una buena novela y, por muchas veces que lo releas, siempre descubres una pequeña veta de sentido común que en una lectura anterior se te había pasado por alto.
Está publicado en Plot Ediciones y, si el mundo fuese un lugar justo, estaría junto a “On Writing” de Stephen King en cada estantería del planeta.