Fíjese bien, mire a su alrededor: su jefe, su cuñado, su director general, el jefe de personal… son todos Ministros de Fomento. Larra dijo que éramos el país del “vuelva usted mañana”, yo me temo que es mucho peor: somos todos ministros de obras públicas. Los síntomas son claros: se gasta con alegría el dinero de los demás, los problemas se solucionan pasándoselos a otro y, desde luego, una vez solucionados, el mérito se lo atribuye uno a si mismo y se inaugura la solución a bombo y platillo. Si conoce a alguien con estos hábitos, no lo dude ni un momento, se trata de otro Ministro de Fomento “de tapadillo”. Según mis propias estimaciones, el número ronda los treinta millones; en un país con cuarenta millones de habitantes no está nada mal. Somos un país de inauguradores. Cualquier problema se soluciona haciendo una obra e inaugurándola lo antes posible,...