El efecto Placebo tiene muy mala prensa. Se diría que sólo lo sufren los tontos, los incultos y el grupo de control de los ensayos clínicos, que para eso les pagan. Pues no, resulta que al grupo de control no se le paga (en Europa al menos no o, al menos, no se debería) y que el efecto Placebo lo podemos experimentar todos, al menos en potencia. Desde luego, muchos enfermos crónicos entramos en la categoría de pacientes “pendientes de sus síntomas” y que, por el mero hecho de estarlo, son un poco más susceptibles al efecto placebo. ¿Por qué? Porque cuando te has acostumbrado a evaluar tus deposiciones, tus dolores, tus sensaciones corporales día a día es muy frecuente observar variaciones y resulta extremadamente sencillo atribuir ese cambio a un acto médico, a un fármaco o a la ingesta de tal o cual alimento. El problema es que el cuerpo humano es una maquinita muy compleja...