Mi enfermedad de Crohn no duele demasiado o por lo menos, no lo hace muy a menudo. Lo que sí es cierto es que, cuando duele, llega a dejarme tirado en la cama con escasa capacidad para moverme, interactuar con otros seres vivos y no digamos ya trabajar.
Habituado a bregar con la diarrea de mil y una maneras y a seguir con mi vida con relativa normalidad con la ayuda de toallitas y un litro de Aquarius, cuando el brote llega al punto de “doler”, me suele sorprender porque ni yo mismo recuerdo lo doloroso que resulta. Y es muy curioso porque, cuando eso pasa, te das cuenta del problema tan jodido que tenemos en esta sociedad con el dolor.
“Hay que aguantar el dolor” “No hay dolor” etc.
El dolor es un fenómeno altamente subjetivo y unos tenemos mayor o menor tolerancia a él. A mí, por ejemplo, me duelen “poco” otras cosas que a mucha gente le resultan insoportables como inyecciones, que me cojan vías, el dentista… pero recuerdo como extremadamente dolorosa una lesión del tendón supraespinoso que hizo que, hace cuatro años, me cogiese mi primera baja laboral de quince días.
Todo esto a nuestra sociedad le da lo mismo. Si anuncias que “te duele”, automáticamente, alguien te pregunta si tienes algún síntoma adicional: ¿fiebre? ¿diarrea? ¿sangras? Y no, no me refiero al médico –el médico hace muy bien en preguntarte por síntomas adicionales, es su trabajo– sino a tu compañero, a tu jefe, a un amigo.
Si uno le echa un vistazo a la lista de “cuadros incapacitantes” que recoge nuestra bendita Seguridad Social descubre de un rápido vistazo que el dolor nunca incapacita si no va acompañado de algo más. Si te amputan una mano, hay treinta cuadros a los que remitirse para determinar qué porcentaje de incapacidad se te reconocerá pero, como tengas un nervio pinzado, más te vale que lo acredite claramente una prueba diagnóstica o no habrá incapacidad que valga.
Al reflexionar sobre estas cosas, se da cuenta además, de que las mujeres sufren este problema elevado al cubo. Todos hemos tenido compañeras que han sufrido menstruaciones dolorosas y todos hemos visto a alguien –hombre o mujer– poner cara de “ya será menos” cuando una mujer anuncia que no sale, que no trabaja, que no queda “porque la regla la está matando”.
De hecho, las enfermedades tradicionalmente ligadas al dolor –la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica– son dos enfermedades que afectan a más mujeres que hombres. ¿Será que el dolor se ha asociado siempre como una cosa “femenina” y por eso hemos aprendido tan mal a gestionarlo (en nosotros y en los demás)? ¿Será ésta otra de las zarpas del famoso “heteropatriarcado dominante”? La verdad es que el día que la medicina pueda objetivar el dolor (o aproximarse a ello) y como sociedad dejemos de repetir estúpidos mantras sadomasoquistas, daremos un paso de gigante para merecernos el término “humanidad”.
Aclaración: Este post no pretende ofrecer datos científicos relevantes sobre la Enfermedad de Crohn y sus tratamientos. Aquí sólo reflejo mis experiencias particulares que, como tales, son absolutamente subjetivas y no extrapolables. Si buscas datos científicos acude a tu médico, a la web de la AEMPS o a la ACCU, nunca a blogs de otros pacientes.