Entonces ¿Lo habéis entendido todos bien o tenéis alguna duda? –interpeló el Licenciado Cabrera a la veintena de adolescentes con granos que le miraban, empanadísimos, desde el fondo del aula, cada uno con la vista fija en su terminal táctil.
–Mirad que entra en el digitest de la semana que viene y luego no quiero dramas cuando actualice vuestra evaluación continua y se os bloqueen los terminales de ocio, eh. –La amenaza velada pareció surtir efecto y Andresito, que con sus 14 años más bien aparentaba 16, levantó la mano: –Yo no lo entiendo, Señor Cabrera.
–¿El qué no entiendes, Andresito? –El licenciado Cabrera era conocido por ser durísimo en sus evaluaciones pero infinitamente paciente en sus explicaciones y aquella tarde de noviembre no iba a ser una excepción.
–Yo no entiendo por qué coinciden en el tiempo el nacimiento de Internet, las redes sociales y el nacimiento del Exabruptismo Simploide. No tiene sentido.
–Mira, Andresito, ahora que llevamos 180 años usando la red, hemos asimilado algunas cosas que, con ella recién descubierta, nuestros antepasados tardaron mucho en entender. En un mundo muy primitivo, donde no había interacciones digitales, descubrir que cualquiera podía publicar en internet hizo que la gente enloqueciese.
“La gente escribía lo primero que se le pasaba por la cabeza, sin pararse a pensar primero y, lo que era peor, esas opiniones escritas al tuntún, que luego se bautizaron como “exabruptos”, luego se compartían y se extendían por todo el mundo sin freno alguno”.
–Qué barabaridad –comentó Inesita, que llevaba loquita por Andresito desde 3º pero no se atrevía a decírselo en el Educhat por miedo a que le marcase la interacción con un negativo.
El licenciado Cabrera siguió a lo suyo: –Pues sí, Inesita, pero lo cierto es que al principio la gente se empeñó en usar internet para hablar y pasaron muchos años antes de que la gente descubriese que era un medio estupendo para escuchar y, por lo tanto, para dialogar.
˝Piensa que venían de un mundo habitado por seres extrafalarios, los tertulianos, a los que los medios de comunicación unidireccionales pagaban por opinar sobre cualquier cosa, sin verificar antes su grado de conocimiento sobre la materia.”
–¿Y la gente les creía? –Preguntó Andresito que ni se había dado cuenta de que Inesita estaba concentrada en lo prietos que le quedaban los leggin vistos desde atrás.
–Sí, porque era más cómodo escuchar sin filtar que verificar la información que uno leía o difundía. De ahí que esta filosofía lleve el apellido “simploide”. También hay que entender que con jornadas de trabajo de 12 o 14 horas, a nadie le daba tiempo a mucho más.
La clase murmuró asombrada: aquello era más del doble de lo que trabajaban sus padres. El licenciado detuvo el murmullo con un gesto y quiso dar por cerrada la explicación: –Lo importante de la filosofía del Exabrupto Simploide es que nos recuerda que la tecnología sólo es tan inteligente como el uso que hagamos de ella.
Eso podría volver a pasarnos a nosotros. De hecho, vosotros estudiáis asignaturas como ésta para desarrollar vuestro espíritu crítico y evitar que repitamos esos errores.
–Eso no es cierto, licenciado –interrumpió Andresito.
–¿Ah, no? Dime por qué es entonces, Andresito.
– Yo estudio filosofía crítica porque si no apruebo, se me bloquea el terminal de ocio y me quedo todo el fin de semana sin el Candy Crush Saga 2150 Edition.
El licenciado Cabrera suspiró hondo y fijó su vista en su terminal táctil mientras apretaba los dientes. Quedaba un largo camino por recorrer.